Review | La vida de los marginados: ‘Mejores días’

Perturbadora, movedora, atrapante, sensible, luminosa y, por momentos, brutal: así es ‘Mejores días’, película china que transita una forma de marginalidad contemporánea y que la plataforma de cine con curaduría MUBI incluye en su selección ‘La vuelta al mundo: Óscar a la mejor película internacional’.

Dongyu Zhou como Chen Nian en la película

Chen Nian es una joven y brillante estudiante de escasos recursos que en el último año de la preparatoria tiene como máximo objetivo superar el examen nacional de acceso a la universidad, para lo que estudia obsesivamente. Luego de que una compañera de clase acaba quitándose la vida, saltando del edificio del colegio, como consecuencia del abuso escolar al que fue sometida constantemente, Nian pasa a convertirse en el nuevo blanco de ataque. A partir de ahí, y tras un encuentro fortuito con un joven vagabundo, la de Chen será una carrera entre sobrevivir y superar el examen.

Esta película que terminó siendo nominada en la categoría de Mejor Película Internacional en los Óscar 2021 se estrenó casi sin promoción en su país de origen.

Quizás el tema gubernamental tuvo algo que ver, si se toma en cuenta la inclusión en los créditos finales de carteles que explican las medidas oficiales que se tomaron desde 2016 para tratar el tema del acoso escolar.

Sea como sea, además de su nominación en los premios Óscar, también recibió otros reconocimientos, como ocho premios en los Hong Kong Film Awards.

Dirigida por Derek Tsang, su relato tiene una profunda carga social dividida en varias capas.

De un lado, el contexto de la joven y su madre. La mamá es una mujer sola que hace lo que puede para llevar el sustento a casa y que luego de meterse en un problema por vender mercancía ilegal debe huir y dejar sola a su hija.

Por otro, el examen: si la chica se ha esforzado tanto en obtener altas calificaciones no es solo porque llegar a la universidad de Beijing puede significar una nueva oportunidad para ella, sino también para su madre.

Después: el colegio, su ambiente hostil y la segregación y la violencia de las que la estudiante es víctima cada día.

No cualquier víctima, la película la ubica en un escenario realmente aterrador. Las victimarias de Chen son crueles hasta lo indecible y por muchos momentos las escenas de violencia física son suficientemente perturbadoras.

En el costado más luminoso del relato aparece Xiao Bai, el joven marginado y delincuente en el que, a su manera, se dibujará la única esperanza posible en la vida de la protagonista.

Entre ambos nacerá una solidaridad y un afecto que serán capaces de resistir casi cualquier embate.

Pero en medio de estas subtramas se cruza otra que, como se ve hacia el final del filme, será determinante. Se trata de la del detective Zheng Yi. A lo largo de la cinta, este policía intenta dar con las culpables de la muerte de la compañera de Nian. En su investigación, se expone también al acoso en general: el cómo se dificulta comprobar culpables y tratar con esta violencia. ¿Una justificación institucional?

El caso es que, si bien Zheng Yi representa de una forma a la justicia, o a la búsqueda de ella, hay que decir también que su empeño terminará propiciando un giro dramático un tanto desafortunado.

Puede que el largometraje peque de alguna falta de consistencia en la profundidad de algunos vínculos o, incluso, de caricaturización en algunos personajes, como es el caso del «clan de las malas», las antagonistas humanas.

Humanas, decimos, porque el contexto social -bien materializado en parte en el acoso y la marginación de fondo- también se constituye aquí como antagonista.

Pero fuera de esas debilidades regala en su conjunto una obra poderosa con un fin mayor. Entre violencia, desesperación, marginalidad y la permanente amenaza del sin-salida, dos vidas tan solitarias como dolorosas se unen para hallar la belleza dentro del tormento e intentar torcer el destino.

Mejores días funciona como una invitación a la reflexión. Sobre el acoso, sobre la inequidad, sobre la marginalidad. Pero no lo hace desde algún lugar de lo didáctico, ni busca una moraleja. Lo hace con sinceridad -aunque en ello caiga inevitablemente en un cierto maniqueísmo- y como poesía urbana de lo violento.


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